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Cuando ‘no tengo tiempo’ significa ‘no es mi prioridad’

por | 3 Sep 21 | Coaching

Le damos mucha importancia al tiempo. Ese rato que pasamos con la familia, esa sobremesa que alargamos cuando nos juntamos con nuestros colegas, esos cinco, diez ó 20 minutillos extra que disfrutamos los domingos en la cama o, ¡cómo no!, las vacaciones, o sea, TIEMPO SAGRADO. Es NUESTRO tiempo y vaya si lo valoramos. Sí, tiempo, NUESTRO tiempo (nuestro, nuestro, nuestro..) porque el NUESTRO nos importa muchísimo, y es  innegociable, a poco que sintamos que nos lo tocan. El que no es NUESTRO, es decir, el de los demás, ya nos importa un poco menos. Ahí, como que la cosa fluye diferente. Seguramente, todo esto se resuma en aquello tan manido y egoistón de “aquí, que cada uno que se apañe como pueda”. Pues eso.


Al tener NUESTRO tiempo en tanta estima, buscamos que todo se mueva según establece NUESTRA realidad y la altísima percepción de NUESTRO TIEMPO. Si necesito algo, lo necesito ya. Todo es urgente, o cuanto antes mejor. Por lo tanto, si debo presionar al que está al otro lado para “quitarme esto de encima”, lo hago. No es mi problema. Es suyo. Quizá nuestra urgencia pueda esperar a mañana o a pasado, incluso, puede que no sea ni una urgencia. Pero si lo hago hoy me marcho antes a casa. O me lo dejo hecho. O me voy a tomar el café o la caña, antes. Eso sí, al que estoy presionando para que lo haga, es posible, que tenga tres cosas antes en su lista de prioridades y abordar “esta falsa urgencia”, le implique marcharse dos horas después a casa, o no comer, o no respetar una planificación que garantice su desempeño más eficaz y eficiente.  Sí, descorazonador. Terrible, pero real. Y ¡oye!, que yo no soy él: “Aquí, que cada uno se apañe como pueda”.

 
En la vida, como en los negocios, una de las claves invisibles es ENTENDER AL OTRO. Y en muchas oportunidades, entenderle comienza por respetar sus tiempos. No siempre valoramos el tiempo de la otra persona, desde la perspectiva de la oportunidad y prudencia. No nos importan los momentos y las pautas de aquel con el que nos relacionamos, salvo que sea el jefe o el cliente (y aún así).  No ponderamos la necesidad real de nuestras peticiones y la presión que ejercemos en la otra persona. Alguien con cierto éxito (no hay nada peor que un tonto que triunfa, aunque sea momentáneamente), repitió varias veces  que  “el mundo profesional es una jungla y tienes que ir a lo tuyo”. Muchos otros bobos que lo oyeron, lo copiaron y lo han intentado convertir en verdad absoluta. De veras, lo intentan todos los días, casualmente, solo cuando les favorece porque están en el lado, teóricamente, fuerte de la mesa. Gran error que se paga con toxicidad y debilidad de relaciones con el cliente interno y externo.


La empatía, esa gran coartada, es fundamental aquí. Pero no nos pongamos estupendos. Lo importante es ser comprometido, y buena persona. Probablemente, es imposible lo uno sin lo otro. Como es imposible que un buen profesional lo sea, si no es buena persona. No confundamos ser comprometido con ser responsable. A veces, son términos antagónicos. Y en los tópicos vive la falta de productividad y las agresiones más fuertes al buen clima laboral.

Tenemos el mejor producto. Tenemos el mejor servicio. Tenemos a los mejores profesionales. Y todo eso será así, porque entendemos los tiempos de quienes están en la cadena de valor, desde el proveedor más pequeño hasta el cliente más importante.  Respetemos sus TIEMPOS, como si fueran nuestros. Muchas veces, el acierto llega después de que alguien, artificialmente, fijara el final del tiempo… Muchas veces dijimos no hay tiempo, y sí lo había, y llegó la satisfacción que limpió la frustración del “rapidito o rapidita exigente”… ¿Saben que hay rodado un final feliz de la película TITANIC?

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